24 de enero - 27 de enero de 2009
¡Esto ya es otra cosa! Tal y como esperaba Chachapollas es el lugar que estaba buscando para admirar la vegetación y las ruinas de los chachapollas e incas. Tiene unas vistas maravillosas, con enormes cerros de 3000 metros de altura y ríos con gran caudal que reco
rren el territorio. Pensaba estar como máximo 2 días, pero no podía marchar sin visitar Kuelap y los sarcófagos por lo que, finalmente estaré más tiempo de lo esperado. Ya veo que tendré que correr al final (como siempre).
27 de enero de 2009
¡Ha valido la pena! Lo cierto es que tanto el circuito a Kuelap como la de los sarcófagos y cueva de Quiocta fue de lo más divertido. No por la excursión en sí, sino por los compañeros de
viaje que, siendo la segunda vez que coincidíamos tuvimos la oportunidad de profundizar y conocer mejor a la gente. Allí c
onocí a Matías (médico polaco de 32 años), y a un grupo de franceses vegetarianos un tanto místicos que van en busca de las energías positivas y; por supuesto, nuestro guía dormilón Augusto, que posteriormente supimos el porqué de tanto sueño.
Los sarcófagos ubicados entre los peñascos de unas rocas de imposible acceso no resultaron ser tan espectaculares como yo imaginaba. Sin embargo, en el camino de llegada, nos vino acompañando una niña del pueblo que fue decorándome con flores y tocados para mi boda, que celebramos por escrito al llegar a la zona de los sarcófagos. Hay que reconocer que tenía un arte natural: tuve pulseras, peluca, corona, ramo de flores y bolso de flores, todo aquello que
se le ocurría lo iba construyendo con sus manos. Pero Matías (mi supuesto novio) me abandonó por otra, el mismo día de mi boda así que me cambió el tocado de subida para el siguiente enlace, que según dijo, se prometía mejor. ¡Hay que reconocer que tienen imaginación aquí!
En la cueva vimos experiencias surrealistas con movimientos epilépticos y cantos gregorianos, pero según nuestro guía Augusto eso no parecía ser demasiado (él no nos acompañó porque era un lugar que lo intranquilizaba -no me extraña-). Supongo que yo no tengo ese dón ya que lo único que sentí fue un sentimiento de dolor por la cantidad de cabezas cortadas y restos de esqueletos que había en la cueva (ya que el culto a los dioses eran mediante ofrendas humanas). El guía que nos acompañó posteriormente (Don José) resultó ser el descubridor de la cueva por un sueño que tuvo con la aparición de su padre diciéndole dónde encontrarlo (y que las malas lenguas asociaban con el diablo). Según Matías tenía cara de diablo y, aunque yo simplemente sólo lo vi poco agraciado, en ningún momento llegué a verle los cuernos.
Al llegar a Chachapollas Matías nos invitó a Augusto y a mí a cenar pollo (ya que es lo único que se atrevía a comer en Perú - por problemas digestivos, dijo-). Augusto había quedado, así que después de cenar nos juntamos con él para ir a tomar algo y bailar salsa. ¡Nos lo pasamos en grande y se fueron las horas volando! Nunca antes había visto bailar salsa a un polaco, ¡qué gracia! En unas horas yo debía agarrar el bus hacia Cajamarca y Augusto volvería a dormir en su circuito hacia Kuelap.